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El Boss

El Boss. La aparición del Boss en escena determina que la final de Copa no se dispute en el feudo del paseo de la Castellana. El Boss parece dirigir la final hacia la ribera del Manzanares.

Si conocida es la enemistad de las aficiones blanca y blaugrana, no menos evidente es la rivalidad, ni mucho menos sana, existente entre la colchonera y la nervionense.

Si el curso futbolístico pasado culminó con la celebración de la final del campeonato de España en casa de uno de los dos rivales que pugnaban por él hasta el final, favoreciendo este hecho claramente al republicano rey histórico de Copas; este año tocaría, en justicia, inclinar levemente la balanza de la decisión del escenario hacia el otro lado, pues el contendiente ya favorecido repite presencia en la Final.

Favorecer en lo social sería disputar la final en el Pizjuán.

Favorecer en lo deportivo sería jugar en un campo que no se adapte a las condiciones de juego habituales de la pulga de Rosario y compañía.

Aunar estas dos características favorecedoras del rival del favorecido el pasado año es, sin duda, jugar en una ciudad a escasas 2 horas de tren de la capital de Andalucía, divirtiendo así a la afición sevillista con un cómodo viajecito para salir de la rutina de la sevillanía, y disputar el partido lo más lejos posible del Boss, pero a tiro de metro por si éste quisiera pasarse, en un terreno de juego hostil por dimensiones a las huestes de los ex (Rakitic, Alves, Vidal, Adriano…) y sus secuaces.

La sede de la final de Copa del Rey debe ser: el Campo de Fútbol de Vallecas. O si no, la pelota es mía y me la llevo.

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