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Redenciones

La redención de un mito. Tiempo atrás, en concreto hace dieciséis meses, hizo acto de presencia en Lisboa. En una Lisboa rojiblanca hasta un último suspiro camero, dinamizador del destiñe colorado prolongado en el tiempo extra hasta el delirio blanco elevado a la décima potencia. Redención entre capitanes blancos, uno de ellos vestido de verde y con guantes. El otro, blanco desde pequeñito aunque con otra denominación de origen, vino en el 93 a resarcir el doble error fatal del primero. La solidaridad entre compañeros fue sellada con un legendario beso, mucho más casto, eso sí, que el de la zona mixta de Johannesburgo, mucho más mixta que nunca. Ha querido el destino que el segundo capitán pase a ser primero sin que el primero tuviera la oportunidad de solidarizarse con el segundo en similar acción redentora. Tan sólo unos meses después del exilio del redimido, el redentor necesitó ser objeto de la acción de redimir. Doble error fatal del héroe sureño de la Décima a la orilla del Manzanares sólo redimido por la mano abierta de su compañero de los guantes. Similares guantes, distintas manos. Mano de santo que pudo ser diablo. Diablo rojo, en concreto. Y santo de nueva devoción, pues el de siempre volvió al país donde fue redimido por el redentor redimido ahora por su sucesor.

La principal diferencia de ambas redenciones (acción de redimir, es decir, poner fin a una adversidad) fue la forma y manera en la que fue agradecida.

Así pues, que Sergio Ramos bese a Keylor Navas en el próximo partido del Real Madrid, para posteriormente besar a Pilar Rubio en El Hormiguero, recogiendo la conexión Pablo Motos con un escueto, sencillo y trending topic: “Gracias, Pilar”.

O si no, la pelota es mía y me la llevo.

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