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Ídolos

Ídolos. Creadores de momentos míticos. Acciones que pasan a la historia para ser siempre recordadas. Recuerdos grandiosos, idealizados. Hombres de grandes instantes. Instantes brillantes, únicos, innovadores. Acostumbrados a innovar, a epatar al público, a hacer lo inverosímil, los ídolos, los héroes de nuestro tiempo, los deportistas más célebres no defraudan nunca las expectativas creadas. Siempre sorprenden. Ahora bien, no siempre haciendo eso, el bien. Son también visionarios del mal. Capaces de realizar maldades nunca imaginadas en su acción deportiva. Después de anotar goles de cabeza en la final de un Mundial, ¿quién iba a imaginar que el cabezazo más legendario de Zinedine tendría como objeto impactado el pecho de un rival en la final de otro Mundial, tras haber marcado un nuevo hito lanzando con éxito un penalti a lo Panenka que logró su objetivo tras tocar el larguero? Hitos positivos e hitos negativos. Propio de un mito, un ídolo. Un ídolo no se esconde, asume las consecuencias de sus actos sublimes, extraordinarios en uno u otro sentido. Tanto para bien como para mal.

Mito viviente, ídolo en activo parecía y pareció también Valentino acoplado a su moto. Éxitos sin fin. Búsqueda incesante de nuevos retos, cambiando las mejores escuderías tras demostrar que era el mejor, por otras de menor calado con las que reafirmar esa creencia (evidencia para él). Extasiados con sus bondades, hasta sus rivales actuales le tenían un respeto reverencial y los mitos a los que iba superando en récords históricos sonreían agradecidos que fuera tan magnífico ser el que les borrara de la historia. Su genialidad en lo bueno encontró equiparación a la capacidad inventiva sin fin de acciones extraordinarias del italiano, esta vez, también en lo malo. Una patada. Acción propia de otro deporte, él y sólo él era capaz de incorporarla al motociclismo. La patada mundialista. La patada que le haría pasar a la historia por su innovación. Una patada, sin embargo, que mostraría al mundo la realidad: Valentino dista mucho de ser un ídolo, un mito. El ídolo, el mito auténtico, asume las consecuencias de sus acciones increíbles sólo imaginadas y llevadas a cabo por él. Valentino, al negar la patada y sus correspondientes efectos, ha descendido del Olimpo al Infierno. Del Dios justiciero fustigador de aquello que no le conviene, al absurdo mentiroso buscador de excusas sin sentido.

La patada, y la falta directa con barrera por tanto, han llegado al motociclismo, aunque su creador reniegue de ella. Una innovación más, un ídolo menos.

Así pues, la pelota es mía y me la llevo, no vaya a ser que Vale le propine una nueva patada o un acto reflejo, según dirección de carrera.

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