La reafirmación del yo
La reafirmación del yo. Ante un aluvión de críticas sobre uno mismo, el ser humano intenta reafirmar su ego. Si eres profesor, aplicando tu propio método de enseñanza contra viento y marea. Si eres futbolista, intentando marcar el mejor gol jamás soñado. Si eres Cristiano, limpiando tu escudo de Campeón del Mundo. El tuyo, no el que llevan todos tus compañeros (hasta los del banquillo y los no convocados). Si eres técnico, aparece la figura más temeraria que se pueda imaginar, sólo comparable a la pregonera taurina de la pasada feria sevillana que lleva a gala su temeridad. Aparece el yo entrenador.
El italiano mandamás del devenir blanco capitalino insiste con la sintonización sempiterna de la BBC hasta cuando todos los indicadores claman por un cambio de programación. El asturiano barcelonista, otrora madridista, reafirma su posición de liderazgo atrayendo a la derecha a la más rutilante estrella blaugrana . Pero el mayor dislate sucede cuando la crítica ajena y propia acucia al entrenador vigente campeón de la Europa League. Entonces, entra en escena la versión más excéntrica de la excentricidad personificada. Aparece el yo Emery.
Tras reconocer que no había leído bien la eliminatoria copera y oír, de nuevo, opiniones de gentes que no veían con buenos ojos su gestión de la plantilla, en el Coliseum getafense se reafirmó con una alineación más propia de una alucinación: pivote defensivo como mediapunta, dos delanteros sin pasadores de calidad, mediocentro ofensivo como interior izquierda, lateral como mediocentro, pivote goleador y reordenación para la remontada frustrada con mediapunta como extremo, lateral adelantado, reconversión del reconvertido mediocentro en lateral derecho original, y la joya de la corona: Iborra, del ostracismo más absoluto a inamovible mediapunta pasaporteador de balones francos de gol de Madrid al cielo.
Así pues, en previsión de futuras críticas a este escrito, reafirmo mi yo: la pelota es mía y me la llevo.
